6to Reto

Escribe acerca de un lugar del pasado

‘A pesar de haber pasado 14 años, el Collège Sainte-Marcelline tiene un lugar muy querido y atesorado en mi historia y en mi corazón’.

En el ciclo escolar 2007-2008 tuve la oportunidad de irme, junto con mi hermana, a estudiar francés a Montreal.

Llegamos al Collège Sainte-Marcelline, que está ubicado exactamente junto a la ribera que comparte con la Isla de Laval, por lo que podrán imaginar la conexión que tiene el colegio con la naturaleza.

La casa en la que vivíamos era la misma donde habitan las hermanas marcelinas. Como todo su día se va en las actividades escolares, la casa tiene únicamente habitaciones, baños compartidos (como de gimnasio), una capilla pequeña y una sala de TV sencilla.

La casa está conectada a la escuela por un largo pasillo con ventanales, pues en invierno el frío y las posibilidades de nevada son tales, que salir caminando hacia el colegio no es algo que se te antoje hacer todas las mañanas.

En el colegio está la cocina, que sirve el almuerzo todos los días a niños de primaria, secundaria y preparatoria. Ya imaginarán el tamaño de las alacenas, los refrigeradores y el movimiento que había todos los días. Por las tardes, sólo cenábamos las hermanas y nosotras, comida por cierto deliciosa que me hizo regresar a México con unos rollitos extra en las caderas.

Tomamos clase de francés con una maestra particular durante el primer semestre, en una oficina pequeña. Para el siguiente semestre, evaluaron nuestro nivel de francés y fuimos asignadas al 5to año de primaria para tomar clases con los alumnos del curso. Fue súper gracioso volver a tomar matemáticas o historia y con 18 años, estar sentada en una banca en un salón lleno de niños de 10-11 años, pero a la vez fue una experiencia agradable y con mucho aprendizaje en el idioma.

Los fines de semana, solíamos salir al Viejo Puerto de la ciudad, la zona más turística pero llena de gente y de vida. Nos gustaba buscar eventos culturales, que en esta ciudad abundan, o caminar por la calle Sainte-Catherine en sus interminables tiendas y restaurantes.

A veces planeábamos salidas para explorar en bici la zona cercana a la escuela. Como está a las afueras de la ciudad, alrededor solamente hay zonas residenciales y mucha naturaleza. Nos internábamos en las zonas boscosas que marcaba la ruta, y terminábamos en un chalet de recepción a comer y beber algo, descansar y retomar el camino de regreso.

También nos aficionamos al hockey [afición que perdimos al regresar a México jaja] y gustábamos de ver los partidos por las tardes en la salita de TV de la casa. Algunos fines de semana, las hermanas organizaban tarde de película y preparaban comida garnachosa. Claro que al principio no entendíamos ni la mitad de la película pero comer nunca se nos complicó demasiado XD.

Y es por recuerdos como éstos y otros que llenarían muchas páginas más, que a pesar de haber pasado 14 años, el Collège Sainte-Marcelline tiene un lugar muy querido y atesorado en mi historia y en mi corazón.

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