Escribe acerca de la vez que cambiaste de idea
La vida me ha enseñado a no aferrarme a ninguna idea. No digo que esté bien vivir sin creer firmemente en algunos valores, ideales o filosofías, pero a veces podemos cambiar el rumbo.
No voy a hablar de una vez que cambié de idea en particular. Elegí esta consigna porque en mis últimos años de vida (que ya no son pocos, aunque tampoco son muchos) he comprendido por qué cuando era más chica los adultos me decían: nunca digas nunca.
No sé cómo se desarrolló su vida. La mía, más o menos así: una infancia feliz, tranquila, segura y estable. Una adolescencia caótica -dentro de lo que creo es normal, con los cambios típicos de esa edad-. Nublada por todo lo que tenía que descubrir, dando tumbos y tropezones. Claro que en esa época ni siquiera me daba cuenta de que vivía dando tumbos y tropezones. Yo sólo iba, andando por el mundo. Pasando la adolescencia llegó la ¿juventud? ¿introducción a la adultez? como sea que se llame. Y fui esa persona que creía entender al mundo: TODO EL MUNDO. Que cada cosa que se le ponía enfrente podía catalogarse en blanco o negro. Con ideas bastante firmes en casi todo -cuando en realidad, mi todo era casi nada, porque conocía muy poquito de la vida-, y segura de que mi vida entera iba a ver al mundo con los mismos lentes.
Y de unos años para acá (¿3?, ¿5?), la vida me puso un estuche de lentes enfrente y me dijo: pruébate los que quieras. A veces me he probado lentes por la fuerza, a veces por curiosidad y otras por gusto.
Si la metáfora de los lentes fuera verdadera, diría que los lentes que traigo puestos ahorita son como los que te ponen cuando vas a hacerte un examen de la vista: esos que pesan muchísimo y les pueden meter como 5 lentillas a la vez, a ver con cuál ves mejor. Y lo que siempre me pasa cuando me hacen el examen, es que al momento de descartar las últimas 2 o 3 lentillas, el especialista me pregunta: «¿con cuál ves mejor: este o este?» y yo casi siempre elijo al azar porque los últimos ya me parecen lo mismo…
La vida me ha enseñado a no aferrarme a ninguna idea. No digo que esté bien vivir sin creer firmemente en algunos valores, ideales o filosofías. Son cosas que nos dan rumbo y sentido, de eso no me cabe duda. Pero a veces podemos cambiar el rumbo, un poco -o mucho si es necesario-. Por conveniencia, por curiosidad o porque la vida nos dió un vuelco tremendo y nos enseñó a la fuerza que hay que ponerse unos nuevos lentes.
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Y empiezo el 2023 con esta reflexión, sabiendo que un año nuevo trae la oportunidad de probarme lentes nuevos… ¡feliz inicio de año!